Tuesday, October 16, 2007

Maná alienta a latinos a conquistar Estados Unidos


Ante miles de seguidores, la banda mexicana Maná comenzó en la noche del viernes su último concierto de la gira "Amar es combatir" en territorio estadounidense con la imagen de decenas de personas atravesando un muro.
Cuando en el vídeo el muro explotó, el cuarteto hizo retumbar el estadio del American Airlines Arena en Miami con el sonido rockero de la canción "Dejame entrar".Maná, formado por el vocalista y líder del grupo Fher Olvera, Juan Diego Calleros en el bajo, Alejandro González en la batería y Sergio Vallín en la guitarra, quiso terminar así la serie de conciertos por Estados Unidos con un claro mensaje a favor de la reforma migratoria.

Fher, vestido con una chaqueta roja tornasol y pantalones de cuero negro, mantuvo con energía al público que no dejó de cantar las siguientes 19 canciones sellos del éxito de la agrupación.

"Oye mi amor" y "Manda una señal" lograron que las miles de sillas quedarán solitarias con los saltos de los asistentes mientras el vocalista corría por el escenario.

Una sábana de niebla que arropó la tarima recreó el ambiente de la balada "Vivir sin aire" sin faltar las pinceladas de la armónica y guitarra acústica de Fher.

Acompañados por cuatro músicos más y un escenario decorado con tres pantallas gigantes, la actuación siguió con "Bendita tu luz", tema que grabaron con el dominicano Juan Luis Guerra.

En las siguientes tres canciones, Maná cambió hacia la temática de conciencia social con "Cuando los ángeles lloran" que le dedicaron a dos ecologistas asesinados que se oponían a la extracción maderera en los bosques del estado de Guerrero (México), y "Dónde jugarán los niños" que Fher interpretó disfrazado de la muerte.

"Millones de personas sufren de depresión y cerca de un millón se suicida. Quitarse la vida no es la solución. Pide ayuda, no estas solo", fueron las frases proyectadas que completó la trilogía con el tema "Nada que perder" en la voz del batería Alejandro.

Fue entonces cuando el percusionista cubano-colombiano y criado en Miami, Alejandro, demostró su habilidad en el solo de trece minutos que se convirtió en el intermedio de la velada de dos horas.

Parado en los tambores, tocando de espaldas y realizando acrobacias con los palos, su final en ritmo veloz le ganó una entusiasta ovación.

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